martes, 16 de octubre de 2012

T-5


Ayer no paraba de reír por la situación que procedo a contar.

Llega el encargado del “Lamboratorio” digital y nos dice que las copias de Macario (1960, Roberto Gavaldón) las tienen que digitalizar. Mi compañero de oficina, Oscar Levi, y yo asentimos sin hacer ninguna expresión que revelara nuestra pequeñísima sorpresa. Y es que todos los del laboratorio, todos, quieren abarcar mucho y, por ende, poco aprietan. Continúa hablando Paolo y nos cuenta que, muy posiblemente, los proyectores de cine no estén listos para la Quincuagésima Cuarta edición de la Muestra Internacional de Cine que organiza la Cineteca Nacional de México. Reímos y nuestras mandíbulas cayeron unos cuantos centímetros ante tal sorpresa.

¿Cómo es posible que, con los cientos de millones de pesos que se han invertido en la remodelación, no mandaran pedir desde el principio los proyectores de cine? Digo, es una institución de CINE y lo más importante es, pues, eso. 

Bueno, el edificio recién construido para el “lamboratorio” digital quedó mal. Seguramente se utilizará para la inauguración, a la que asistirá el presidente Calderón, y posteriormente se demolerá para construirlo de nuevo (cotizándolo otra vez, claro) o remodelándolo con materiales caros y demás accesorios innecesarios.

Todo me recuerda una situación que se presentó hace unos años cuando Ricardo, mi jefe anterior (aquél que no me hacía hacer su trabajo porque le “quitara mucho tiempo” y ese mismo a quien todos los revisadores respetaban) pidió una báscula para pesar las películas y poder así calcular los costes de los envíos por paquetería a todas partes del mundo. La báscula era una de baño, para personas. Una sencilla. De ésas que venden en Wal-Mart a no más de doscientos sesenta pesos. Los encargados del área de compras, la cotizaron en casi trescientos mil pesos. -Seguramente es un error- afirmó Ricardo –Se les fueron más ceros en la hojita, vamos a hablarles-. Pues no. No era un error. Era algo totalmente correcto para el departamento anteriormente mencionado y, lo peor de todo es que dijeron que “así lo dejáramos, no hay problema”. Ricardo, como gente decente que siempre ha sido, no firmó e hizo que se le jodiera el negocito a ciertas personas.

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