Ayer no paraba de reír por la situación que procedo a
contar.
Llega el encargado del “Lamboratorio” digital y nos dice que
las copias de Macario (1960, Roberto
Gavaldón) las tienen que digitalizar. Mi compañero de oficina, Oscar Levi, y yo
asentimos sin hacer ninguna expresión que revelara nuestra pequeñísima
sorpresa. Y es que todos los del laboratorio, todos, quieren abarcar mucho y,
por ende, poco aprietan. Continúa hablando Paolo y nos cuenta que, muy
posiblemente, los proyectores de cine no estén listos para la Quincuagésima Cuarta
edición de la Muestra Internacional de Cine que organiza la Cineteca Nacional
de México. Reímos y nuestras mandíbulas cayeron unos cuantos centímetros ante
tal sorpresa.
¿Cómo es posible que, con los cientos de millones de pesos
que se han invertido en la remodelación, no mandaran pedir desde el principio
los proyectores de cine? Digo, es una institución de CINE y lo más importante es, pues, eso.
Bueno, el edificio recién construido para el “lamboratorio”
digital quedó mal. Seguramente se utilizará para la inauguración, a la que
asistirá el presidente Calderón, y posteriormente se demolerá para construirlo
de nuevo (cotizándolo otra vez, claro) o remodelándolo con materiales caros y
demás accesorios innecesarios.
Todo me recuerda una situación que se presentó hace unos
años cuando Ricardo, mi jefe anterior (aquél que no me hacía hacer su trabajo porque le “quitara mucho
tiempo” y ese mismo a quien todos los revisadores respetaban) pidió una báscula para pesar las películas y poder así
calcular los costes de los envíos por paquetería a todas partes del mundo. La
báscula era una de baño, para personas. Una sencilla. De ésas que venden en
Wal-Mart a no más de doscientos sesenta pesos. Los encargados del área de
compras, la cotizaron en casi trescientos
mil pesos. -Seguramente es un error- afirmó Ricardo –Se les fueron más
ceros en la hojita, vamos a hablarles-. Pues no. No era un error. Era algo
totalmente correcto para el
departamento anteriormente mencionado y, lo peor de todo es que dijeron que “así
lo dejáramos, no hay problema”. Ricardo, como gente decente que siempre ha
sido, no firmó e hizo que se le jodiera el negocito a ciertas personas.
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