lunes, 24 de marzo de 2014

Trigésimo segundo aniversario "luctuoso" de la Cineteca Nacional.

Hoy, hace treintaidós años, ocurrió el incendio que terminó con la antigua Cineteca Nacional de México.


La antigua Cineteca, que es como se le conoce hoy en día, estaba ubicada en la actual cede del Centro Nacional de las Artes (CNA) que se encuentra en la esquina de la Avenida Río Churubusco y la Calzada de Tlalpan. Con una corta vida, el veinticuatro de marzo de mil novecientos ochentaidós, estalló en llamas. Podrías contarles la historia oficial pero les resultará más fácil apegarse a lo que cuentan los libros y la mayoría de las páginas de internet. Yo prefiero contarles las versiones que he escuchado directamente de varios sobrevivientes; los revisadores fílmicos que están a mi cargo y que tienen ya más de treinta años laborando en la preservación fílmica de ésta noble institución.

Irma, mi madrinita, trabajaba en aquellos años en la dulcería de la antigua Cineteca. Me contó que se escucharon varias explosiones y luego comenzó el fuego. Que, según creen todos los trabajadores que estuvieron presentes, fue provocado directamente por gente de la presidencia. También se cuenta que Margarita López Portillo, hermana del presidente José López Portillo, a la que se le creó el comité Radio, Televisión y Cinematografía para que pudiera controlar los medios, era una persona de lo más corrupto que sustraía a voluntad películas para verlas en la comodidad de su casa; cintas que jamás volvieron (cosa que tampoco me es tan ajena; en la administración de Paula Astorga, la directora pedía películas al acervo sin salidas oficiales. Siempre me negué, pero poco importa la opinión y deseos de un empleado honesto ante la gran corrupción que inunda nuestre institución.) . Otras fuentes aseguran que Margarita mandó a provocar el incendio para desaparecer pruebas de los abusos que cometió en su cargo. Existe, también, la creencia de que la presidencia ordenó incendiar la Cineteca para desaparecer varios e importantísimos rollos… de los que se habla en el documental de “Los rollos perdidos”.

Como fuera, ese lunes no se presentaron a trabajar la mayoría de los jefes, de los directores ya ni hablar. El día transcurría normal hasta que, a las 18:30 horas, cuando se proyectaba La tierra de la gran promesa (Andrzej Wajda, Polonia, 1974), se escucharon varias explosiones. Después vino el humo, que fue seguido por grandes llamas durante más de dieciséis horas. Cuentan los revisadores que, aunque la versión oficial haya sido de menos de tres muertos, vieron cómo muchas personas se quedaban envueltas entre las llamas y otras eran aplastadas entre los escombros. Mis revisadores estiman más de veinte muertes. De los miles de rollos que se perdieron, en la actualidad, seguimos encontrando latas con vestigios de haber sobrevivido al incendio.


Uno de los mayores problemas fue que había material de nitrocelulosa mezclado con acetato y poliéster. El film de nitrocelulosa, al que se le conoce normalmente como “nitrato”, es altamente volátil e inestable; al encenderse libera su propio oxígeno, creando unas llamas incontrolables de varios metros. Nada apaga los rollos de dicho material; ni sumergiéndolos en agua.


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