Maldita FS
La FS, o Fobia Social es un trastorno psicológico que se
caracteriza por un miedo irracional e intenso en situaciones sociales, causando
una grave angustia y una disminución en el funcionamiento en diversas áreas de
la vida cotidiana.
A veces es por timidez, otras por inseguridad personal,
incluso por abuso de sustancias, por miedo a quedar como tonto o por diversos
traumas.
Ahora, mi caso: Acepto que, más de una vez, he fingido llamadas
telefónicas para salir de una situación que me resulte incómoda. He realizado
supuestas llamadas para hacer tiempo y esperar a que los semáforos me sean
favorables y me dejen cruzar la calle con toda la tranquilidad del mundo. Lo
mejor es cuando se usa para evitar entrar en contacto con gente conocida o para
despegarse de una plática aburrida e ir a ver el cielo o fumarse un cigarrillo.
He inventado (y hasta fantaseado) compromisos que nunca
llegaron a ser siquiera un plan de salida para zafarme de invitaciones a
reuniones, fiestas y paseos a los que no quiero ir por miedo a alejarme de la
zona urbana que manejo sin sentirme incómodo, todo bajo control.
Como todo, va por temporadas. Hay veces en que me aterra ir
al Círculo K® que está a una cuadra de mi casa y hay cuando sí me atrevo a
lanzarme al Centro Histérico de ésta nuestra ciudad. De hecho, la última vez
fue un domingo en la noche con cientos de personas (o al menos lo parecían)
caminando a lo pendejo. Podría decirse que yo también iba transitando de la
misma manera pero, la verdad es un poco peor, andaba rápido para llegar a ver a
un amigo sacerdote de Ivett, la Churri. El sacerdote, Carlos, me cayó mejor de
lo que esperaba. No sé si fue lo abierto y adaptado a tiempos modernos que es o
por sus comentarios contra el vaticano y su aversión por el papa Bienadicto y
SAPS (Su Altísima Papa Sabritas®) Juan Pablo II.
Una vez sometí a la vejiga a un castigo de más de 10 horas de
aguante en un vuelo de Madrid a México DF porque no me gusta usar baños en
movimiento. Por si fuera poco, tampoco puedo ir a baños públicos. No fue porque los espacios cerrados me
molesten, todo lo contrario.
El cine es El Horror vuelto situación: Mucha gente encerrada
en una sala que está llena de señalamientos de seguridad y salidas de emergencia
(¿Qué tantas cosas malas suelen ocurrir en las salas de proyección como para
requerir semejante sobrecarga de instrucciones de protección civil? Ni el
Bunker de Hitler tenía tantos letreros y, mire usted, por lo que pasó y cómo
acabó) en un espacio lleno de gradas en el que es difícil desplazarse. Hay
mucha gente y no se ve, hay muchos sonidos de tosidos, estornudos, carraspeos,
crujir de envolturas de alimentos chatarra y, lo que más me afecta, no saber
cuántos culos y en qué condiciones se han postrados donde tengo que poner el único
que poseo en mi cuerpecito.
La agorafobia tampoco ayuda. Los sitios con mucha gente como
los supermercados, antros o verbenas populares me aterran. De no tener que
trabajar fuera de casa, podría pasarme la mayor parte del mes atrincherado en
mi casa. Saldría sólo por víveres y a pagar las cuentas. (Nota: necesito un
trabajo que pueda realizar desde la comodidad del hogar)
He usado como pretexto, también, el tener que ir a la
oficina para escapar de algo. Incluso he tenido que ir sábados y fuera de
horas. Sí, un trabajador de gobierno. Me meto al baño aunque no tenga ganas de defecar u orinar
para estar unos momentos a solas.
Fumar, aunque es vicio asqueroso, es la mejor manera para salir
al jardín de la Cineteca Nacional de México a despejarme y librarme del ruido
de varias decenas de personas que hay en calidad de refugiados y de invasores
con el motivo de las obras que aquejan a ésta nuestra institución.
A pesar de hablar muy bien el idioma inglés, cuando me topo
con un anglosajón que no domine el español, no tengo ningún problema en
hablarlo de manera fluida. Hablarlo a solas (cosa que tampoco es muy normal→)
mientras fantaseo con algo es muy sencillo. A la hora de hablar inglés con una
persona que lo tenga como segundo idioma, las trabas comienzan a aparecer. No
sé si sea un miedo a que me lo critiquen o a no darme a entender con quien esté
hablando.
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