jueves, 27 de febrero de 2014

Un poquito variado

Anoche, la casa quedó más despejada. Las cosas que estaban junto a la entrada ya están en el cuarto de Isshat. Le dije que su cuarto parece el de alguien que se acaba de mudar, que lo organice para evitar depresiones. Moví de lugar el burro de planchar, que se ha usado como mesa de trabajo de perlers (artesanías, muy chidas, de mi novia para la tiendaHama), área de preparación de huerto casero, apoyo de deshidratadora, etc. Estaba muy sucio, lo limpié, doblé y guarde en mi cuarto. La plancha se fue al clóset.
Mientras escribía, escuchaba un programa de radio en internet. El programa es de Poncho, ya mejoró el audio respecto al día anterior. Me resultó divertido y me complació con una petición musical; Lamb of God – Redneck.

Chirpa, mi perrita salchicha miniatura, me engañó en la madrugada. Normalmente, al igual que yo, el frío la molesta a las cinco de la mañana. Hoy, a las tres, me despertó chillando para que la subiera a la cama. Después de salirse con la suya, fue a dormirse dentro de las sábanas a la altura de mis piernas. Una hora más tarde, unas diminutas y afiladas uñas golpeaban mi cuerpo tan rápido y doloroso como una granizada que se estrella sobre el cráneo de un calvo. El perro juguetón tuvo que ser bajado a su cama. Impresionantemente, entendió el gesto a modo de regaño (sin un dar un grito, un gruñido o pronunciar un simple no) y se tapó solita con la cobijita que le tejió su mamá. Y a mí, nadie me teja mi gorro/máscara de Chtulhu.

La máscara en cuestión.


Los sueños:

 Otra vez, como hace mucho no lo soñaba, me vi entre las copas de unos árboles enormes de los que pendían primitivas plataformas hechas con madera y cuerda. Un grupo de seis hombres, ataviados con taparrabos y finos tocados forjados en metal en el pecho, caminaban por las plataformas custodiando una esfera flotante que brillaba en todos los colores. La luz que emanaba centellaba tan rápido que no se podía distinguir el tono en turno que titilaba. Después de andar unos metros, entraban a una pequeñísima choza construida aprovechando un hueco de un árbol. En el interior, al centro, una base de madera servía para que la esfera se acomodara por sí misma a descansar. Los custodios comenzaban a realizar unos cánticos y las luces de la esfera comenzaban a dispararse en todas direcciones, acelerándose cada vez más. Cuando las estructuras comienzan a vibrar y desbaratarse, se produce un sonido parecido al de las turbinas de los aviones. Es en ese momento, cuando el sonido es ya inaguantable, que siempre me despierto.


Luego soñé que la ciudad estaba desierta, derruida. El sonido del viento golpeaba mis tímpanos y el café rojizo atardecer deslumbraba mis pupilas. Caminaba a solas pero con el sentimiento de estar siendo observado. Cuando pasaba al lado de una construcción derrumbada, alguna que había quedado tirada como rampa improvisada de escombro, pequeños trozos de cascajos rodaban desde lo alto, como si hubiera alguien escondiéndose mientras me observaba desde las alturas de las ruinas. Los escenarios urbanos destruidos, abandonados o post apocalípticos , son algo recurrente en mis sueños.

Ya pasando al día de hoy, teminé mi trabajo a las nueve de la mañana con cuarenta minutos. Nótese que mi entrada, a pesar de ser a las nueve, fue a las nueve con doce minutos. Aproveché mi tiempo para photoshopear, cosa que había olvidado cuánto me encanta hacer. Dejo unas muestritas:



Cazadores de Choros
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Para ver más imágenes de mis capacidades en Photoshop, recomiendo visitar http://www.satanasopina.com/

Aproveché de comer cuatro taquitos de birria...

Resumen: el día fue bueno.




miércoles, 26 de febrero de 2014

De visita en los Laboratorios Churubusco

EL día de hoy transcurrió rápido.


Fuimos, en una especie de visita guiada escolar en la que no había estado hace muchos años, a los Laboratorios de los Estudios Churubusco. Desde que salimos, la diversión se anunciaba. Éramos, montados en una pequeña van de la Cineteca, nueve trabajadores de la Cineteca Nacional de México y un servicio social, la decena trágica. Desde la secretaria malvada, pasando por el revisador mitómano, a el cácaro estrella, todos íbamos alegres. El de la ventana de al lado, me hizo notar la panza de cierto conductor (o momia china). La diversión se confirmó:


Luego, se nos dio un tour físico y explicativo muy interesante, aunque también me hubiera gustado escuchar más sobre la historia de los laboratorios que se nos mostraron.

Revisadora de cine
Moviolota

El interior de una máquina reveladora (no revela el futuro)

Parte de la reveladora.

Sí, como con los que jugabas de pequeño.

El laboratorio... parece de película de ciencia ficción con horror.

Máquina para poner las luces.

Aquí se imprimen las películas.

Luces bonitas e hipnotizantes.


Luego fuimos a los tacos Los Güeros, esos que están por la calle de Moras a casi dos cuadras de Churubusco.

Aquí el regreso a la Cinetecaa.


Extraño al pimpollo.

De vuelta y con ánimo

Resulta ser que la realidad, de nuevo, supera a la ficción.


Inmerso en extraños sueños, incluso en los que he sido torturado y poseído, me he encontrado a últimas fechas confundido. Posiblemente sea la época del año en la que siempre me pase. No recuerdo los sueños de fechas parecidas en años anteriores.

De febrero a marzo me pongo tenso, sensible y perceptivo; eso sí lo sé. No son mis mejores meses y, este año, por si fuera poco, me doy cuenta de que, creo, soy anoréxico. Todo el mundo me ha dicho que me ve más delgado pero yo me siento gordo, flácido y obeso. Quizá obedezca a lo gratificante que es saber que puedo llevar a mi cuerpo al peso que deseé (no llegando a entender a la gente que no puede bajar de peso aunque, explicándolo de la manera más sencilla y posible, seguramente es  pereza lo que los invade) o al trauma que me quedó de haber vivido con una persona obesa, proveniente de una familia de obesos. Aclaro que no tengo nada en contra del sobrepeso a no ser, claro, que lo padezca yo.

Vuelvo con más ganas de escribir, eso es bueno. Pasé cosas terribles el año pasado de las que, sepa quién sabe el porqué, no me avergüenzo. Dejé el alcohol y así como lo hice deseo que le siga el tabaco. Ése sí que es adictivo y se debería de prohibir. Escribo a diario por gusto o por obligación, es el mejor ejercicio que hay. Leo más que otros años y, aunque me he hallado más tenso, he aprendido cientos de cosas que me han causado gran placer y terribles dudas.

Sigo, desde noviembre, con el proyecto de Satanás Opina (a su página oficial, satanasopina.com ,puede acceder haciendo clic en cualquier parte de esta frase). Me gusta porque me ha forzado a escribir seguido sobre horror y terror, temas que son de mi sumo agrado. La venta de camisetas ha comenzado lenta pero es entretenido mantenerme, también, ocupado realizando varios diseños para las playeras y para las imágenes de los cuentos que, en su mayoría, escribo yo para el sitio virtual. Quisiera subir, al menos, uno diario pero las obligaciones laborales, botánicas, biológicas con las mascotas y un intestino sumamente estresado me dejan muy poco tiempo para realizar actividades de ocio o interés personal.

Me preocupo demasiado:

Mi casa está habitada por un gran loro (Concho), una periquita australiana perteneciente al movimiento LGBT, dos ratas Long Evans, una perrita salchicha miniatura de casi cinco tiernos meses de edad, un abuelo llamado Isshat que se encuentra desempleado desde diciembre del año pasado, decenas de plantas que demandan agua y atención y, a modo de visitas ocasionales, un exboxeador desempleado con el esternón dañado (cosa que no le deja realizar muchos movimientos), una tierna diseñadora que también se encuentra desempleada pero intenta hacer algo de dinero vendiendo unas originales artesanías que ella misma arma. Los tres humanos que menciono, se desesperan por no tener dinero y no saber cómo generarlo. Todo eso lo absorbo yo. Ya me eché demasiadas responsabilidades  encima y ya no sé cómo irme desprendiendo de algunas.

La casa está tiradísima. Si bien tener un cachorro salchicha es ya una manda que se ofrece a San Francisco de Asís (santo patrono de los animales y Scouts, supongo que por el tremendo parecido, más que por los lobos…), el desorden reina por todas partes en forma de cajas que se acumulan de material promocional de un funesto laboratorio en el que Isshat laboraba. Junto a la puerta, hay un peligroso bajo eléctrico en su soporte, mimo que espera acechándonos a la hora de entrada o salida para causarnos tropiezos y reír cruelmente de nuestros accidentes, que son rematados por un perro salchicha que se lanza al ataque, latigueando con incesantes lengüetazos que causan alergias cutáneas al momento. Estoy pensando seriamente en incendiar la casa.

Hora de retomar el ejercicio que me ayuda con los brazos y de meditar unos minutos al día. Aunque, creo, que aquello de meditar es un fantasía que no se puede cumplir en un lugar que tiene más ruido y música repetitiva que un mercadillo de fin de semana.


Que Cthulhu se apiade de mi alma.

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